27/8/10

Bambara

Desde el primer día, nos sumamos a las lecciones de alfabetización en bambara que imparten el centro de acogida. Nos colaron que sabían leer, porque aprendían de memoria el orden de palabras que conocen perfectamente. Nosotros, exactamente al contrario, podíamos juntar la be con la a, sin entender lo que decíamos.

Tiempo después, cuando les pedimos que hicieran un dibujo que incluyera su propio nombre, menos de la mitad pudieron escribirlo sin ayuda de la profesora.

Además de a ni che (“hola” y también “gracias”), he aprendido para siempre lo que es tubabu, porque los niños por la calle te señalan gritándolo: “blanco”. Para responder “adecuadamente” y despertar alguna risa, he tenido que saber decir farafin (“negro”).


Si mis nociones de bambara terminaran aquí, se tendría una pequeña idea de lo que suponen los blancos en Mali: llamamos muchísimo la atención, todo el mundo te mira, te saluda desde los vehículos, te saca fotos si hay un móvil a mano, te hace sentir embajador de la ONU, te habla siempre que puede hacerlo en francés, te pregunta de dónde eres (para decir a continuación: “Champions du monde!”), te ayuda a encontrar lo que necesitas, te pide matrimonio, porque son especialmente los hombres quienes se dirigen a ti. También intentan cobrar más de la cuenta y, por encima de todo, se preocupan de lo que vas a contar a la vuelta: quieren causar una buena impresión.

Esto tiene una lectura positiva: son acogedores y están bastante orgullosos de su país. Pero también se puede interpretar de otra manera: sufren cierto complejo de inferioridad, si tener invitados blancos, por ejemplo, es una honra. Con cierta confianza, pueden sugerir que te acompañan a España y se ha dado el caso de padres que ofrecen para eso a sus niños. Saben que somos millonarios.

Claro que, bien mirado, tener amigos negros también mola por estos lares; y ya ni te cuento si además son maricas. Pero es que he aprendido bambara más allá de la distinción racial. Por lo visto, los americanos hablan en tres meses, pero yo, que ni siquiera he estado uno, solo puedo aspirar a hacer de memoria un mini-diccionario:

A ni che es “hola”; dicho. Las mujeres deben responder diciendo muse y los hombres, onba. El saludo continúa durante cinco minutos, porque se pregunta por la salud de la familia y demás cuestiones, pero eso ya no lo sé hacer. A ni che sirve también para decir “gracias”, pero si se las quieres dar a una única persona, debes decir i ni che.

Kanuya es el nombre del centro de acogida en el que hemos estado: significa “afecto” en sentido amplio.

Soso es “mosquito” y malo, “arroz”. Qué sarcasmo.

Muso es mujer y su plural, musoo.

Baro es algo así como “enunciado” o “charla” y misali, “ejemplo”. Esto no es muy práctico, pero aprendido está.

Togo na?: “¿Cómo te llamas?”. Na togo Fatou y en el próximo post lo explico.
Todas las palabras, o casi, son agudas. Por la ortografía ya no preguntéis: tienen dos oes, gráfica y fonéticamente diferentes, y la e es más bien como un tres volteado, peeero apenas existen textos en bambara: la alfabetización y el conocimiento del francés están estrechamente relacionados.

1 comentario:

  1. Parece que en vez de explicar tu experiencia en Mali estes explicando una situación desagradable que hayas pasado. No parece que el viaje te haya causado ningun sentimiento ni ninguna experiencia, más bien es como que: mira he hecho esto y he aprendido unas cuantas palabras, (seguramente con cara de asco, como comiendo un plato que no le gusta). Pero nada.
    No sé, este es mi punto de vista, leyendo esto esperaba encontrar algo más y me he quedado igual, incluso te he llegado a imaginar escribiendo esto con carilla de asco, aunque ni siquiera sé como eres.

    Ah, y por cierto, también parece que te estes burlando de esa gente.
    No me ha gustado nada el post.

    ResponderEliminar