28/8/10

Fatou Sidibé

En Mali ponen nombre maliense a quien consideran de la familia. En mi caso, fue más bien que a Nandy le dio pereza memorizar el mío. Normal. A partir de ahora me pondré un nombre local allá donde vaya. El segundo día, me bautizó Fatou [fatú] que es la abreviación de Fatoumata, el nombre (árabe) de la primera hija de Mahoma; es decir, Fátima. De hecho, a las Fatou también se nos llama Fatim. O Fify, en plan pijo. O Fanta, en plan refresco. Todas son variantes de este nombre tan corriente como María; en Kanuya había... muchas.

Para los malienses el apellido es importantísimo. Tanto que si les preguntas “cómo te llamas”, lo incluyen. Siempre. Hay pocos, se repiten mucho, y corresponden a clanes. Cada clan es de una etnia determinada que además, tradicionalmente se asocia a un oficio, y no todas las etnias pueden casarse entre sí.

Cuando un vendedor del mercado de artesanía me preguntó el nombre y lo dejé en Fatou, insistió. “Pues no tengo apellido maliense, como comprenderá, si quiere le digo el mío, pero no se lo recomiendo”. Así me dio el suyo: Sidibé. Me dijo que “era bueno”, de la etnia peul, que es ganadera y cuyas mujeres se tatúan los labios de negro y llevan adornos donde irían los tirabuzones de los judíos ortodoxos.

Tuve que utilizar mi nombre maliense completo varias veces, por ejemplo, para montar en el autobús, porque en lugar de darte un número de billete, pasan lista. Siempre se divirtieron con mis rasgos étnicos y se apresuraron a explicarme si me podía casar con cada uno de ellos.

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