26/7/10

Análisis cultural: España

En la sesión de comunicación intercultural, nos dieron pautas para el análisis cultural:
a modo de ensayo y reflexión he intentado retratar la sociedad española.

Paisaje castellano
En España se vive en pisos: en las ciudades, los edificios tienen más de cuatro pisos y la comunidad de vecinos es una institución social de (demasiado) peso. Todo está aglutinado y, por eso, cerca, con las tiendas “debajo de casa”. Se reserva espacio público y abierto para parques, colegios, recintos deportivos. Las zonas rurales, donde son más frecuentes las casas unifamiliares, se están despoblando a marchas forzadas.

Solo este primer párrafo nos diferencia de nuestros (similares) vecinos europeos.

El piso medio tiene tres habitaciones y ochenta metros cuadrados: “lo normal” es tener dos hijos y que cada uno disfrute de su propio dormitorio, aparte del principal para el matrimonio heterosexual. La estancia común por antonomasia es el salón, a menudo comedor: comer en familia, al menos los domingos y festivos, sigue siendo (una buena) costumbre.

Lo que va entre paréntesis es opinable. Lo demás, también.

La familia nuclear tiene mucha importancia: una economía como la española se sustenta gracias al apoyo incondicional de los padres que pudieron prosperar y controlaron la natalidad. La familia más extensa va perdiendo puntos para mi generación, igual que la educación en casa: se espera que los niños de hoy aprendan todo en el colegio. (La falla entre generaciones no es, curiosamente, tan ancha ni profunda). Las tareas del hogar quizá se repartan de manera un pelín más equitativa, pero las bajas por nacimiento del hijo y las reducciones de jornada siempre las piden las madres.

Aunque poco haya cambiado, la ventaja de hoy es la libertad plena para elegir.

Los horarios son excepcionalmente tardíos, respecto al resto del mundo: se entra a trabajar a las 9h, se come a partir de las 14h en un descanso de dos horas, se sale de la oficina a las 19h y se cena hacia las 21h. El prime-time televisivo empieza después de las 22h y un bar de copas abre hasta las 3h. Probablemente el español medio se acuesta más tarde que Cenicienta y descansa menos de ocho horas al día.

Si calculas “dos horas más en España”, salen las cuentas.

Es de buena educación mirar a los ojos y saludar con dos besos a mujeres y hombres, si eres mujer ¿u homosexual?, y estrechando la mano a ellos y besando a ellas, si eres hombre. Tanto con una persona que acaban de presentarte como a un viejo amigo. Todavía “se deja pasar primero a las mujeres” cuando hay una puerta y en el Metro de Madrid se cumple con excepciones la práctica costumbre de “dejar salir antes de entrar”.

Algunas galanterías sexistas se podrían ahorrar, o mejor, reconducir.

Tendemos al individualismo y por eso las relaciones con los compañeros de trabajo, los vecinos o conocidos son cada vez más superficiales. Por los amigos, en cambio, “se mata”. (En el País Vasco la fidelidad fraternal es extrema).

El tipo de relaciones varía por regiones, pero esto rige para todos los apartados.

El dinero es tabú. Se evita como tema de conversación, aunque sí se habla de precios y aspiraciones. Es difícil descubrir lo que cobran las personas, incluso las cercanas, pero sí es sabido que las mujeres ganan menos, incluso en puestos equivalentes a los de los hombres. Se ahorra poco, se piden créditos para todo y la partida más alta del presupuesto familiar es la vivienda, que está a costes prohibitivos. Gustamos de comprar el lugar donde vamos a vivir, más que de alquilarlo, y todo español tiene un coche.

Quizá la crisis esté modificando algunos comportamientos.

En el colegio se pasan unas seis horas al día, desde los 3 años y obligatoriamente hasta los 16, la edad mínima para trabajar. Algunos colegios públicos aún imparten clases de religión, son bilingües en las comunidades autónomas con lengua propia y cada vez más frecuentes los que imparten asignaturas en inglés. Es generalizado continuar estudiando al menos hasta los 18 años y un altísimo porcentaje de jóvenes (de toda condición) tiene una carrera superior, porque la universidad es pública y accesible.

Un avance innegable... que no está en consonancia con el mercado laboral.

La vida social española se caracteriza por hacerse “en la calle” y a menudo está vinculada a la comida y el alcohol. Las fiestas populares han perdido su sentido religioso original para convertirse en ocasiones multitudinarias para brindar. El asociacionismo, más allá del ocio, no es demasiado común, como tampoco lo es invertir en cultura. El centro comercial es en sí mismo un plan y el deporte se ha vuelto ejercicio.

Es notable la influencia estadounidense en muchos aspectos.

La concepción política de España se ha suavizado mucho desde la muerte de Franco, pero apenas hay medias tintas: están las derechas, las izquierdas y los nacionalismos. La participación electoral podría ser mayor, pero el problema real es el desinterés participativo de los ciudadanos y la tradicional baja consideración en que se tiene a los políticos. El sentimiento de pertenencia a España es alto solo en algunas partes y se ve reforzado con los triunfos de la selección de fútbol, pero muy bajo en otras: en las regiones con identidad histórica el sentimiento de pertenencia es a menudo a otro país.

España es anti-chovinista: se le tiene por un país (aún) peor de lo que es.

El sistema de valores es difícil de estimar cuando se tiene interiorizado. Quizá la base de la sociedad española sea la familia muy cercana. Lo que sí está claro es que la religión ha perdido mucha importancia, aunque la Iglesia tiene voz política, que no voto, y recaudación oficial, y “tres de cada cuatro españoles se autodefinen como católicos, mientras que un 13,6 por ciento se considera no creyente y un 7,7 se define como ateo”. La práctica religiosa ya es otra historia...

A la religión, aquí y allá, se le podrían dedicar varias entradas.

El Estado de bienestar es potente: se tiene derecho de manera casi gratuita a la educación superior, a una sanidad de primer nivel, a una prestación por desempleo, a una pensión al jubilarse, vacaciones pagadas y bajas de enfermedad y maternidad; todo ello a cambio de los correspondientes impuestos. El salario mínimo interprofesional se ha fijado este año en 633,30€ al mes y ahí empieza el agravio comparativo con Europa.

La situación económica está fustigando severamente las ayudas sociales.

La inmigración es un tema polémico en este país, porque de unos años a esta parte es receptor de numerosos extranjeros. El gobierno legalizó a muchos sin papeles que ya trabajaban aquí, pero probablemente ahora estén engordando las listas del paro. Legalizar no es lo mismo que integrar: de momento, la interculturalidad es una entelequia y nativos y extranjeros viven en compartimentos estancos.

¿El multiculturalismo español podría ayudar a adoptar un modelo de éxito?

La naturaleza cultural de un país es tan compleja que ni siquiera puedo resumir la del que mejor conozco.

1 comentario:

  1. Un análisis espectacular, en el que sorprendentemente yo mismo he aprendido sobre mi país.

    ¡Gracias!

    ResponderEliminar